Vuelto a dormirme, alguien relata una historia (y yo veo el relato), o bien veo una película, aunque de algún modo estoy participando de la acción, en la que un conejo de color castaño se encuentra sepultado por la nieve y cava galerías bajo la nieve, moviéndose rápidamente de un lado a otro. Me entra la preocupación de que pueda golpearse contra algo, un árbol o alguna piedra, porque va a tientas; pero luego me entero de que ha aprendido a comunicarse, mediante un sistema que en el sueño se explicaba detalladamente, con una paloma que volaba por encima de su cabeza, y por encima de la nieve, y lo iba guiando en su recorrido.

(Fragmento de “El discurso vacío" de Mario Levrero”)
Algo como un poemario, pensamientos, relatos oníricos y frases robadas para sobrevivir a la pandemia:
Yo también quiero una nueva vida y aceptar que me volví a parir en el Sur, una vida donde mi alma baile adentró de mi cuerpo y no ataje mi libertad de expandirme y resplandecer con miedos e inseguridades aprendidas o arrastradas. Soy luz y amor, cielo, tierra, luna y fuego, Maradentro y estrellas explotando y naciendo a la vez.